miércoles, 19 de marzo de 2014

Que tu alimento sea tu medicina....



"Buscar la causa de las causas".

Hipócrates.

Con este título que recoge parte de una frase atribuida a Hipócrates, presencia inspiradora de nuestro blog, hoy os comentaré acerca de un régimen alimentario propuesto a finales del siglo pasado por el eminente médico y biólogo francés Jean Seignalet, y que a mi modesto juicio es un ejemplo de cómo la alimentación puede ayudar en el control e incluso la curación de enfermedades. Su legado ha quedado recogido en el libro “Alimentación, la tercera medicina”.
JEAN SEIGNALET fue catedrático y director durante 30 años del laboratorio de histocompatibilidades del Hospital de Montpellier. Su gran aporte deriva de que por su formación dual pudo elaborar una teoría que asocia gran parte de las enfermedades más complejas para la medicina actual con la alimentación moderna. A partir de ésta, diseñó una dieta que aplicó con gran éxito a miles de pacientes con diferentes patologías.

Este régimen alimentario, llamado por su autor de manera indistinta como de tipo original, ancestral o hipotóxico, y que ha trascendido como Dieta Seignalet, se basa en que: algunos alimentos modernos están modificados respecto a los alimentos “ancestrales”, mientras que nuestro sistema digestivo no ha variado. Esta modificación de los alimentos viene dada por la alteración genética provocada por la selección de la agricultura, en el caso de algunos cereales; o bien por la incorporación de nuevos alimentos, como los lácteos; o por la cocción a altas temperaturas, que modifica la estructura de las proteínas y otros nutrientes. Así, las proteínas que consumimos pueden no ser digeridas por completo, alterando el equilibrio de la flora intestinal y pasando de una flora de fermentación (fisiológica) a una flora de putrefacción (no fisiológica). Esta alteración de la flora y del contenido intestinal genera toxinas que se absorben y alteran el equilibrio del organismo y por otra parte produce el síndrome de hiperpermeabilidad intestinal.

El Dr. Seignalet designó una serie de enfermedades como enfermedades de eliminación (acné, psoriasis, asma bronquial, y así más de 20...), en las que la alteración puede originarse por la eliminación del exceso de toxinas; otras las denominó enfermedades por acumulación (fibromialgia, migraña, síndrome de fatiga crónica, diabetes tipo II, y un largo etcétera), en las que como se sugiere se acumulan estas toxinas en determinados órganos. Para las enfermedades autoinmunes enunció una teoría cuando menos interesante y valiente: la estimulación del sistema inmune por proteínas extrañas, provenientes de la hiperpermeabilidad intestinal incrementada a su vez por la alimentación moderna. La filosofía de la dieta consiste en ingerir alimentos que no estén modificados y que por lo tanto sean totalmente asimilables pudiéndose metabolizar y/o almacenar sin riesgo para el organismo.

Principios básicos:
-   Eliminar de la alimentación los cereales, con excepción del arroz (blanco e integral) y el trigo sarraceno (de venta en la sección de productos de salud de los supermercados o en herboristerías y parafarmacias, también se vende la harina para hacer el pan e incluso, el pan en algunos sitios).
-   Excluir la leche animal y sus derivados (por el contrario se pueden consumir las leches vegetales como de soja, arroz, almendras, etc; siempre observando la sana costumbre de no abusar de ninguna en particular, más bien de irlas alternando).
-  Consumir preferentemente productos crudos (más del 70% de la dieta debería ser cruda, para empezar se podría empezar con un 30% e ir aumentando progresivamente). Los alimentos se prepararán a bajas temperaturas de cocción. Evitar pasar de los 110 ºC de temperatura (Para ello: no freír, no usar el horno a altas temperaturas, evitar el uso de la olla a presión). Es preferible alargar el tiempo de cocción que elevar la temperatura).
- Uso de aceites vírgenes, obtenidos por primera presión en frío. Preferiblemente aceite de oliva virgen extra obtenido sólo por medios mecánicos y embotellado en cristal (hay marcas blancas que ya lo comercializan así y no es especialmente caro). Tener en cuenta que no se va a usar para freír sino crudo en las ensaladas y verduritas al vapor.
-   Dar prioridad a los productos ecológicos (sin plaguicidas, hormonas y otros productos químicos (como mencionamos antes: más que la cantidad de alimentos interesa su calidad).


Cereales:
Según demuestran varios autores y en ello se basa Seignalet, los cereales “modernos”, continuamente sometidos a una selección por la agricultura (y más recientemente, por los laboratorios) han sufrido una modificación importante en su genoma. Se sabe que el trigo moderno tiene 21-23 cromosomas, mientras que el trigo “ancestral” tenía 7. Esta modificación afecta a la estructura de sus proteínas, que pueden actuar como toxinas al no ser digeridas por completo. Estas toxinas actúan también en el intestino, modificando la flora intestinal y creando una flora de putrefacción que afecta a la pared intestinal y crea todavía más toxinas.
Por esta razón el trigo debería ser evitado, eliminando de la alimentación aquellos productos que lo contienen: repostería, pan, pasta italiana, cuscús, etc… Tampoco serían adecuados la espelta y el kamut por las mismas razones.
El maíz tampoco sería recomendable: el  original no medía más de medio metro, mientras que la planta moderna mide hasta tres.
La cebada, el centeno y la avena son de la familia del trigo: deben ser excluidos.
El arroz está aceptado. Ha permanecido en su forma salvaje y la experiencia clínica demuestra que raramente es nocivo, incluso cocido.
El trigo sarraceno es muy bien tolerado por los pacientes y está autorizado. Es probable que también el sésamo sea muy bueno.
Es posible utilizar harina, pero de los alimentos aceptados: harina de trigo sarraceno, quinoa, arroz,...
El almidón de maíz y de trigo sí que están permitidos, ya que no contienen proteínas si están purificados.

Leches animales:
La leche de vaca es un alimento ideal… para un ternero en época de crecimiento. Los humanos digerimos tan solo la leche de nuestra especie, y en época de lactancia. La proteína principal de la leche, la caseína, es difícil de digerir completamente, ocasionando muchos problemas. Cada vez son mayores las alergias claras a los lácteos, tanto a la lactosa como a la caseína y subyacen intolerancias encubiertas en muchos pacientes. 
Prohíbe la leche animal (vaca, cabra, oveja…) y sus derivados (mantequilla, queso, nata, yogur…).
Una de las preocupaciones del lector podrá ser que esta supresión provoque la carencia de calcio, sin embargo otros alimentos que consumimos ya tienen calcio en abundancia, y el organismo lo absorberá en condiciones normales según sus necesidades.

Carne:
Es preferible consumir la carne cruda (carpaccio) o bien poco hecha.
Las charcutería cruda está permitida (jamón serrano, salchichón, chorizo, salchichas, salami…) y no lo está la charcutería cocinada (jamón cocido, morcilla, etc, que contiene por lo general azúcares, fosfatos,...).

Huevos:
Mejor caseros o de gallinas criadas en libertad, pasados por agua, no duros con la clara cocida y la yema cruda. La clara no se puede consumir cruda porque contiene una glucoproteína llamada avidina que inactiva la biotina, importante cofactor de muchas reacciones enzimáticas del metabolismo.

Pescado:
Al igual que la carne y los huevos, cuanto menos hecho mejor. Aun así, el pescado cocinado es menos peligroso que la carne cocinada. Se puede cocinar al vapor, plancha, ...
Los mariscos están permitidos. Y si son crudos (ostras…) incluso aconsejados.


Verduras y frutas:
Todas las verduras y frutas están autorizadas. Hay que consumirlas en abundancia (si nada lo desaconseja).
Las legumbres secas o leguminosas están autorizadas como las verduras, se permite como excepción la cocción en olla a presión.


Frutos secos:
Son muy recomendables: higos, dátiles, almendras, nueces, avellanas, olivas… Pero siempre crudos, nunca tostados. En el caso de los higos tampoco se deben tomar enharinados, forma en la que al menos en España se suelen presentar en muchas ocasiones.

Otros alimentos:
Seignalet aconseja la miel y el polen. También los granos germinados de leguminosas (soja, lentejas, etc.).
El chocolate tiene que ser chocolate negro, biológico y que contenga azúcar moreno o sin azúcares añadidos.
El azúcar blanco debe ser eliminado en beneficio del azúcar integral, mucho más rico en minerales y vitaminas.

Aceites:
El autor aconseja los aceites siguientes: el de oliva porque aporta ácidos grasos monoinsaturados; los de nuez, soja y colza que aportan ácido alfa linolénico; los de onagra y borraja que aportan ácido gamma linolénico. No obstante, para Seignalet lo más importante de un aceite es que sea virgen y extraído de primera presión en frío como se señaló anteriormente.

Condimentos:
Todos autorizados: sal, pimienta, vinagre, limon, ajo, perejil, mostaza, curry… Recomienda limitar el consumo de sal al mínimo y que esta no sea refinada sino sal completa.


Bebidas:
El agua de grifo y las aguas minerales nos aportan oligoelementos y minerales.
Excluye las bebidas ricas en azúcar blanco: soda, zumos envasados.
La cerveza está excluida, porque contiene proteínas de la cebada.
Tolera el café y el té en cantidades razonables.
Recomienda el consumo de achicoria.
Autoriza todas las bebidas alcohólicas (salvo la cerveza) en cantidades moderadas, llegando incluso a recomendar el vino tinto en cantidades moderadas.

OTRAS RECOMENDACIONES

-          No fumar.
-          Hacer ejercicio regularmente.
-        Tomar probióticos para regenerar la flora intestinal. Normalmente los probióticos se encuentran en forma de cápsulas que contienen flora intestinal beneficiosa (Lactobacillus acidophilus, L. caseii, L. salivarius, L. plantarum, Bifidobacterium lactis, B. longum…). No es preciso que se disponga de todas estas variedades, pero sí hay que ser constante con la toma de los probióticos, sobre todo al principio de la dieta. Es aconsejable tomarlo antes de las comidas.
-       Tomar suplementos de Magnesio. Este es uno de los elementos más agotados de los campos de cultivo por lo que cada vez consumimos alimentos más pobres en magnesio. Este mineral es esencial para el buen funcionamiento del sistema nervioso y es imprescindible para la síntesis del colágeno, tan importante en las enfermedades reumatológicas. Según varios expertos en Nutrición, es casi imposible seguir una dieta que nos aporte la cantidad diaria recomendada de magnesio, con lo que la suplementación en este caso se hace necesaria. Seignalet recomienda tomar suplementos de magnesio durante toda la vida, aproximadamente 300 mg/día o más. Habitualmente podemos encontrarlo en forma de carbonato o de cloruro de magnesio. También en forma de orotato, malato, glicinato, entre otras. Todas éstas aportan el ión magnesio y tienen una leve acción laxante. La patología de base puede hacer recomendable el consumo de una forma y no de otras.

Para concluir: un aspecto fundamental que destaca Seignalet es la importancia de que el paciente entienda en qué se basa el régimen para que pueda seguirlo desde su convicción de la repercusión positiva que puede tener en la mejora de su salud. Como toda forma de alimentación no puede ser adoptado como un dogma de fe y debe comprenderse por qué se hace y qué beneficios puede reportar. De llevarlo con inteligencia, ser paciente y tener fuerza de voluntad dependerá el éxito de la recuperación.



El objetivo de este artículo no es dar falsas esperanzas a pacientes que ya de por sí lo pasan muy mal, sino brindar información al respecto de una posibilidad que se abre con este régimen alimentario que ya ha ayudado a muchos pacientes. La observancia del régimen de Seignalet NO implica abandonar el tratamiento farmacológico que se sigue para la dolencia en cuestión (es algo que aclara el autor) sino que viene a ser un complemento fundamental para la recuperación al ir a lo que entiendo que para él sería “la causa de las causas”.


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Aviso Importante: Toda la información mostrada procede de diferentes fuentes científicas y de la experiencia acumulada en el ejercicio de nuestra profesión, y tiene la finalidad de orientar en lo que puede hacer el estilo de vida y el uso de ciertas terapias naturales por tu salud. En ningún caso pretende reemplazar el consejo o la prescripción de un profesional de la salud. Es tu responsabilidad asesorarte y respetar el criterio de tu médico de cabecera y/o especialista en lo que se refiere al seguimiento de un tratamiento en particular o la adopción de una terapia natural complementaria o alternativa.

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