Como parte de un curso de “Fundamentos de
Naturopatía”, hace algún tiempo se nos pidió que hiciésemos un trabajo de
reflexión sobre nuestros pensamientos y sentimientos con un compañero de clase.
Debíamos desempeñar alternativamente los papeles de “terapeuta” y “paciente”, a
lo largo de tres sesiones, a través de la técnica de la escucha activa, la que
consiste en escuchar atentamente lo que se nos cuenta sin interrumpir,
aconsejar, juzgar y sólo intervenir para propiciar que la persona continúe
sacando de sí aquello que la agobia o perturba y sin presionarla para ello o
mostrar cualquier atisbo de curiosidad. Lo que narraré es la experiencia según
la viví y no tiene la intención de sugerir en ningún sentido que se practique o
se intente suplantar el papel de un profesional de la Psicología Clínica, caso
de ser necesario.
Primer
encuentro
Como era lógico de esperar, en los primeros
momentos ambos nos sentíamos extraños. Intentábamos interpretar lo mejor que
podíamos cada uno nuestro papel, pero la conversación se notaba “forzada”. De
todas maneras, y dada la naturaleza y características del trabajo, voy a
intentar expresar por escrito lo que se movía en mi interior, más allá de lo
que yo pudiese interpretar en mi
compañera de trabajo.
Primero hice yo de “terapeuta”. Como se nos había
enseñado, procuré no intervenir para dar “consejos” acerca de lo que ella iba
comentando, e hice un esfuerzo serio por, más que interrogar, ayudar a la
“paciente” a continuar profundizando dentro de las líneas argumentales que ella
iba desarrollando. Inmediatamente comprendí que no era tarea fácil.
Probablemente sea por la inveterada costumbre que tenemos los seres humanos de
aconsejar cuando alguien nos cuenta sus problemas, o por mis características
personales, la verdad es que tenía que hacer continuos esfuerzos por centrarme
en el tema e ir bloqueando mentalmente las “soluciones” que mi interior iba
tejiendo alrededor de los problemas que ella me iba exponiendo. Al respecto,
pude comprobar pronto, que el intervenir preguntando acerca de lo que decía, la
llevó a “irse soltando”. De tal suerte, lo que en un principio estaba claro que
era una simulación de trabajo clínico, pronto pareció convertirse en una sesión
real. Ejemplo claro de ello, es que cuando finalizó el tiempo que estaba
previsto, continuamos de forma natural con el tema que se estaba tratando.
Todos tenemos en nuestro caminar por la vida problemas, y pronto pareció claro
a nuestros ojos, que el tener la posibilidad de hablar para exponerlos ante
alguien que sólo interfería buscando aclarar algún aspecto del tema, pero nunca
aconsejar ni juzgar, animaba a “abrirse” cada vez más. De todas maneras, en
todo momento tuve la impresión de que “la paciente”, aunque estaba “abriendo su
corazón”, tan sólo tocaba las capas más superficiales, es decir, no los
problemas profundos, sino otros de menor calado. En todo caso, esta primera
experiencia de trabajo psicológico puede considerarse muy especial; no porque
nunca haya estado con otros seres humanos en similar estado, ya que por mi
profesión continuamente estoy expuesto a situaciones parecidas, además todos
tenemos amigos a los que alguna que otra vez hay que escuchar, sino por la
especial posición mental ante el problema.
Después me tocó hacer de “paciente”.
No tengo reparo en reconocer, que me costó
encontrar algún problema para exponer. Por una parte soy de natural reservado y
por otra no tengo ningún problema que me haya dejado en el “saco” interno sin
resolver. O al menos esa es mi más profunda convicción. Por ello, más que poner
encima de la mesa un problema que me agobiase en el momento actual o en una
etapa pasada de mi vida, me limité a hablar sobre los sueños de la primera
etapa de mi existencia y la medida en que se habían logrado alcanzar a lo largo
de su curso posterior. De todas maneras, la complicidad que se había logrado
desarrollar en la etapa anterior (en la que yo ejercía de terapeuta), facilitó
mucho el desarrollo de la actual. Aunque el tema inicial fue algo forzado, poco
a poco la conversación se fue soltando y resultó mucho más natural de lo que me
hubiera imaginado al principio.
Segundo
encuentro
Conviene ya aclarar que las condiciones del local
no estaban siendo las más adecuadas. Por la especial naturaleza del trabajo,
nos habíamos juntado para hacerlo dos personas que lo único que teníamos en
común es que participábamos en un programa de estudios de Naturopatía. Siendo
en nuestro caso de localidades distantes, el único recurso que nos quedó fue hacer
el encuentro en una cafetería cercana al centro. En esa especial situación, es
fácil imaginar que a los problemas de falta de conocimiento entre ambos ya
expresados con anterioridad, se unían los de un local con un importante “ruido
de fondo”.
Volví a comenzar en el segundo encuentro de
“terapeuta”. Inmediatamente me di cuenta de que ella se soltaba desde el primer
momento. No puedo decir si lo traía o no preparado, pero la realidad es que
comenzó a hablar con fluidez desde el instante inicial. Nada por tanto que ver
con la primera sesión. Me imagino que en circunstancias reales, también debe de
ser así; hay una barrera natural entre los seres humanos que debe ser vencida,
antes de avanzar hasta el centro del corazón, donde se guardan los secretos más
íntimos, aquellos que –como se decía antes-, sólo le contaríamos a nuestro
confesor. Digo esto, porque la naturaleza de los temas a exponer, también varió
substancialmente con respecto a la primera sesión. Tuve la impresión de que
aprovechó la práctica que estábamos haciendo para hablar de lo que le oprimía
en el corazón. Y a mí no me fue difícil seguirla y trabajar con los materiales
que ella iba sacando de su interior. La comunicación entre el “profesional” y
la “paciente” se había producido; era pues tan sólo cuestión de tiempo el
llegar al centro del problema para sacarlo a la superficie y enfrentarlo.
Ya como paciente, no me resultó difícil dar un paso
más. El ambiente estaba cálido después del ejercicio de naturalidad que acabo
de describir con anterioridad y de alguna manera, yo no podía ser menos. En vez
de navegar por los caminos seguros trazados en la primera sesión, también me
aventuré como ella, en aquellos temas más actuales que de alguna manera me
perturbaban. Y, cosa curiosa, me pareció constatar que ella en su labor de
psicóloga, también se estaba entregando totalmente al papel que le correspondía
interpretar.
Tercer
encuentro
Tocaba finalizar el trabajo. Pese al local, pese a
nuestra inexperiencia en el tema, había resultado muy positiva. Talvez porque
no hay nada tan natural como dos personas hablando con confianza de las
dificultades que tiene vivir. Como dijo el gran Marco Aurelio: ¿Qué le puede
suceder al hombre que no sea propio del hombre?
Como en los anteriores encuentros me tocó primero
hacer de “terapeuta”. Todo fue muy natural y se notaba enormemente lo cómodos
que ambos estábamos. Tanto es así, que el tiempo que previamente le habíamos
asignado, nos pareció a ambos corto.
Ella continuó con el problema principal que
actualmente le agobiaba y que en sus líneas principales ya había puesto de
manifiesto en la segunda sesión. Profundizó tanto que tuve la impresión que con
un auténtico profesional no lo hubiera hecho mejor. Y es una impresión muy
personal, que lo que habíamos hecho le había servido de alguna manera para
“desahogarse”. Sé que por lo corto de
la experiencia quedaron cosas en el tintero, pero también constaté que no fue
un tiempo perdido.
Por lo que respecta a mi experiencia como paciente
en esta última sesión, poco puedo añadir más a lo ya reseñado en la segunda
sesión. Como ella, continué profundizando en los temas principales de la sesión
anterior llegando a indagar en ellos como tal vez no me hubiera imaginado antes
de comenzar el trabajo.
Conclusión
No quiero terminar esta muy buena experiencia sin
reseñar la enorme importancia de saber escuchar a los demás. Escuchar no es
estar esperando el silencio del que habla para darle una colección de consejos
que casi nunca ha pedido y que no está interesado en recibir, ni tampoco es el
aprovechar la oportunidad para colocar nuestros propios problemas personales.
Escuchar es vivir con la máxima intensidad posible aquello que se nos está
contando y darle la oportunidad a quien está abriendo su corazón de que aligere
un poco su carga, porque estamos dispuestos a compartirla.
Manuel Ures, Ldo. en Filosofía.
Aviso Importante: Toda la información mostrada procede de diferentes fuentes científicas y de la experiencia acumulada en el ejercicio de nuestra profesión, y tiene la finalidad de orientar en lo que puede hacer el estilo de vida y el uso de ciertas terapias naturales por tu salud. En ningún caso pretende reemplazar el consejo o la prescripción de un profesional de la salud. Es tu responsabilidad asesorarte y respetar el criterio de tu médico de cabecera y/o especialista en lo que se refiere al seguimiento de un tratamiento en particular o la adopción de una terapia natural complementaria o alternativa.
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