Cuando
abrimos un libro de historia y posamos nuestra mirada en alguna de las antiguas
civilizaciones, es habitual encontrarnos, cuando nos centramos en el contexto
religioso, con culturas de tipo politeísta, es decir, con sociedades que creían
en muchos dioses. E inmediatamente suele aparecer como contrapartida, que nuestra
sociedad cristiana está más evolucionada que las anteriores, porque somos
monoteístas, es decir, porque creemos en un solo dios. Pero esto suele indicar
que tan sólo estamos ante un acercamiento superficial al tema, porque no hay
tanta diferencia entre aquellos antiguos dioses y el papel que representan los
santos en la religión cristiana; ya que santos y dioses son y eran los
intermediarios entre la potencia celeste correspondiente y el ser humano. Hoy
como ayer, al hombre siempre le ha sido difícil relacionarse con el Misterio
que está más allá de toda comprensión y prefirió hacerlo mediante estos “canales”
mucho más cercanos y asequibles.
Dentro
del rayo de la Medicina, todas o casi todas las
civilizaciones, han tenido su representante o su dios. Desde la maya
Ixchel, pasando por el azteca Patécatl, el hindú avatara de Vishnú Dhanwantari,
o los más cercanos Thot, Imhotep o Seraphis en Egipto, siempre ha existido para
el ser humano la posibilidad de levantar su oración hacia uno de estos aspectos
de la Divinidad Una, para que los librara de la enfermedad y del dolor.
Hoy
quiero centrar mi artículo en una de esas formas de expresión de la divinidad,
una muy cercana a nosotros, me refiero a Asclepios (Esculapio para los romanos),
el dios de la Medicina para los griegos.
Conviene
aclarar antes de centrarnos en Asclepios, que en los primeros momentos de la
medicina griega, ésta asume un carácter más sacerdotal, por cuanto serían los
dioses los que intervendrían de manera directa en las curaciones, mientras que
los sacerdotes-médicos asumirían el papel de intermediarios de esos mismos
dioses, valiéndose para ello de invocaciones, exorcismos y conjuros; sin dejar
de lado el análisis de la enfermedad y del enfermo.
Etimológicamente,
Asclepios, según Proller, equivale a Alexapios, y éste a su vez, sería la
transformación de Alexicacos, que es uno de los epítetos de Apolo y que quiere
decir “alejador del mal”.
El
mito más popular sobre su origen es el tesaliano. En él se narra que Asclepios
era hijo de Apolo (divinidad de la luz) y de Coronis (hija del rey Phlegyas de
Orcómenos). Coronis llevaba en su seno al hijo de Apolo, cuando se enamora del
arcadiano Ysquis; y el dios, informado de su infidelidad por un cuervo
profético, envía a su hermana Artemisa para que mate a Coronis. Según otra
versión, en este caso de Ovidio en su Metamorfosis,
sería el mismo Apolo el causante de la muerte de ambos, arrancando al niño del
seno de su madre, mientras ésta se consumía en la pira funeraria.
El
niño, una vez recogido por su divino padre, sería llevado al monte Pelión para
que el centauro Quirón se encargase de su educación; quien le instruyó en el
arte de la caza y le comunicó la ciencia de la medicina.
Ya
adulto, su fama se extendió rápidamente por toda la región. Parece ser que su
arte en el ejercicio de la Medicina era tan grande, que no sólo restauraba la
salud a los enfermos, sino incluso la vida a los muertos. Esto encolerizó a
Hades, el dios del infierno, quien fue ante Zeus a quejarse de que Asclepios
impedía que muchos hombres llegasen a su dominio. Zeus le mata con su rayo y
Apolo, viendo a su hijo muerto, mata a
su vez a los Cíclopes que habían forjado el rayo; acción que llevó a los dioses
del Olimpo a castigarlo, alejándolo por largo tiempo de su mansión celestial.
Su
imagen en la mayoría de las representaciones
es la de un hombre fuerte y robusto, en la plenitud. Tiene barba
abundante y rizada con una cabellera larga y ensortijada.
Atributos
simbólicos:
Serpiente:
representa la Sabiduría y la adivinación. La renovación periódica de su piel
era un símbolo de rejuvenecimiento, o mejor dicho, de la eterna juventud de los
dioses, de la “Afrodita de Oro”.
Cetro:
símbolo de poder.
Copa:
recipiente donde se consagra la medicina o la bebida mágica.
Gallo:
es el Sol en el más sagrado de sus aspectos, pero también es el despertar del
alma.
Entre
sus hijos e hijas merecen especial mención: Higia (la higiene o la salud), la
diosa sonriente de ojos brillantes; Jaso
(la curandera), Panakicia (panacea, la que lo cura todo) y Telesphoros, pequeña
divinidad representada por la figura de un niño, que indica la convalecencia,
el enfermo que empieza a recomponerse.
Era
muy común en la antigüedad llamar iniciados a aquellos hombres que habían
participado en los Misterios. Poco se sabe acerca de estas instituciones porque, como su nombre da
a entender, lo que en ellas se vivía y aprendía estaba resguardado por el
secreto y el silencio; pero parece ser que producían en el ser humano que tenía
el privilegio de participar en ellas, un adelanto evolutivo, un desarrollo del
potencial que la mayoría de los seres humanos, tenemos latente. Esos seres
excepcionales fueron, en muchos casos, divinizados por aquellos pueblos que
tuvieron la oportunidad de conocerlos y de recibir el legado que ellos
portaban. ¿Es éste el caso de Asclepios?
¡Que
Higia, la hija de Asclepios, la diosa sonriente de los ojos brillantes, os de
salud!
Manuel Ures, Ldo. en Filosofía
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