sábado, 3 de agosto de 2013

Asclepios, dios de la Medicina.



Cuando abrimos un libro de historia y posamos nuestra mirada en alguna de las antiguas civilizaciones, es habitual encontrarnos, cuando nos centramos en el contexto religioso, con culturas de tipo politeísta, es decir, con sociedades que creían en muchos dioses. E inmediatamente suele aparecer como contrapartida, que nuestra sociedad cristiana está más evolucionada que las anteriores, porque somos monoteístas, es decir, porque creemos en un solo dios. Pero esto suele indicar que tan sólo estamos ante un acercamiento superficial al tema, porque no hay tanta diferencia entre aquellos antiguos dioses y el papel que representan los santos en la religión cristiana; ya que santos y dioses son y eran los intermediarios entre la potencia celeste correspondiente y el ser humano. Hoy como ayer, al hombre siempre le ha sido difícil relacionarse con el Misterio que está más allá de toda comprensión y prefirió hacerlo mediante estos “canales” mucho más cercanos y asequibles.
Dentro del rayo de la Medicina, todas o casi todas las  civilizaciones, han tenido su representante o su dios. Desde la maya Ixchel, pasando por el azteca Patécatl, el hindú avatara de Vishnú Dhanwantari, o los más cercanos Thot, Imhotep o Seraphis en Egipto, siempre ha existido para el ser humano la posibilidad de levantar su oración hacia uno de estos aspectos de la Divinidad Una, para que los librara de la enfermedad y del dolor.
Hoy quiero centrar mi artículo en una de esas formas de expresión de la divinidad, una muy cercana a nosotros, me refiero a Asclepios (Esculapio para los romanos), el dios de la Medicina para los griegos.
Conviene aclarar antes de centrarnos en Asclepios, que en los primeros momentos de la medicina griega, ésta asume un carácter más sacerdotal, por cuanto serían los dioses los que intervendrían de manera directa en las curaciones, mientras que los sacerdotes-médicos asumirían el papel de intermediarios de esos mismos dioses, valiéndose para ello de invocaciones, exorcismos y conjuros; sin dejar de lado el análisis de la enfermedad y del enfermo.
Etimológicamente, Asclepios, según Proller, equivale a Alexapios, y éste a su vez, sería la transformación de Alexicacos, que es uno de los epítetos de Apolo y que quiere decir “alejador del mal”.
El mito más popular sobre su origen es el tesaliano. En él se narra que Asclepios era hijo de Apolo (divinidad de la luz) y de Coronis (hija del rey Phlegyas de Orcómenos). Coronis llevaba en su seno al hijo de Apolo, cuando se enamora del arcadiano Ysquis; y el dios, informado de su infidelidad por un cuervo profético, envía a su hermana Artemisa para que mate a Coronis. Según otra versión, en este caso de Ovidio en su Metamorfosis, sería el mismo Apolo el causante de la muerte de ambos, arrancando al niño del seno de su madre, mientras ésta se consumía en la pira funeraria.
El niño, una vez recogido por su divino padre, sería llevado al monte Pelión para que el centauro Quirón se encargase de su educación; quien le instruyó en el arte de la caza y le comunicó la ciencia de la medicina.
Ya adulto, su fama se extendió rápidamente por toda la región. Parece ser que su arte en el ejercicio de la Medicina era tan grande, que no sólo restauraba la salud a los enfermos, sino incluso la vida a los muertos. Esto encolerizó a Hades, el dios del infierno, quien fue ante Zeus a quejarse de que Asclepios impedía que muchos hombres llegasen a su dominio. Zeus le mata con su rayo y Apolo,  viendo a su hijo muerto, mata a su vez a los Cíclopes que habían forjado el rayo; acción que llevó a los dioses del Olimpo a castigarlo, alejándolo por largo tiempo de su mansión celestial.
Su imagen en la mayoría de las representaciones  es la de un hombre fuerte y robusto, en la plenitud. Tiene barba abundante y rizada con una cabellera larga y ensortijada.
Atributos simbólicos:
Serpiente: representa la Sabiduría y la adivinación. La renovación periódica de su piel era un símbolo de rejuvenecimiento, o mejor dicho, de la eterna juventud de los dioses, de la “Afrodita de Oro”.
Cetro: símbolo de poder.
Copa: recipiente donde se consagra la medicina o la bebida mágica.
Gallo: es el Sol en el más sagrado de sus aspectos, pero también es el despertar del alma.
Entre sus hijos e hijas merecen especial mención: Higia (la higiene o la salud), la diosa sonriente de ojos brillantes;  Jaso (la curandera), Panakicia (panacea, la que lo cura todo) y Telesphoros, pequeña divinidad representada por la figura de un niño, que indica la convalecencia, el enfermo que empieza a recomponerse.
Era muy común en la antigüedad llamar iniciados a aquellos hombres que habían participado en los Misterios. Poco se sabe acerca de  estas instituciones porque, como su nombre da a entender, lo que en ellas se vivía y aprendía estaba resguardado por el secreto y el silencio; pero parece ser que producían en el ser humano que tenía el privilegio de participar en ellas, un adelanto evolutivo, un desarrollo del potencial que la mayoría de los seres humanos, tenemos latente. Esos seres excepcionales fueron, en muchos casos, divinizados por aquellos pueblos que tuvieron la oportunidad de conocerlos y de recibir el legado que ellos portaban. ¿Es éste el caso de Asclepios?
¡Que Higia, la hija de Asclepios, la diosa sonriente de los ojos brillantes, os de salud!

Manuel  Ures, Ldo. en Filosofía


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