miércoles, 13 de febrero de 2013

¿Existe la verdad en dietética?


“Ni quiero ni rechazo nada de modo absoluto, sino que consulto siempre las circunstancias”.

Confucio.

Batido de frutas con nata y versión vegana (sin nata, claro)
Si nos adentramos en el mundo de la alimentación debemos ser conscientes de que discernir cuál es la dieta ideal no es una tarea fácil.  

Una rama bien establecida es la de la Ciencia de la Nutrición “Oficial”, es decir, la que se imparte con más o menos profundidad, en según qué carreras, en las Universidades de Occidente.  En ésta se preconiza la adopción de una dieta “equilibrada” con unas proporciones establecidas entre los diferentes grupos de nutrientes, a saber, hidratos de carbono, grasas, proteínas y, más recientemente, vitaminas, contemplando también los minerales y el agua. 

Por otra parte está lo que el Dr. Gyorgy Scrinis, sociólogo de la ciencia, de la Universidad de Melbourne, acuñó como Nutricionismo, que no es lo mismo que Nutrición, porque más que ciencia es ideología. Según el Nutricionismo, los alimentos son en esencia la suma de los nutrientes que los componen.

Regla del Nutricionismo:

Por cada nutriente “bueno” hay uno “malo” que le sirve de contraste: el “bueno” nos entusiasma, al “malo” le tememos. Esto ha llevado, según la época, a demonizar un nutriente ponderando otro, estableciéndose así:
  • Guerras de macronutrientes”: proteínas vs carbohidratos, carbohidratos vs proteínas, carbohidratos vs grasas. 
Un ejemplo es que en el siglo XX la atención de los gurús del Nutricionismo, y por consiguiente, de toda la población se centró en el peligro de las grasas en la alimentación, por lo que se intentó reducirlas, modificarlas (lo que provocó la aparición en los productos alimentarios industriales de las grasas trans o grasas vegetales parcialmente hidrogenadas)... y se promovió el consumo preferente de carbohidratos para eliminar de la alimentación las grasas y "sus peligros". Como resultado, hoy se está asistiendo a una generación sin precedentes, de personas con sobrepeso u obesas. En el siglo XXI, la atención se está centrando en el “peligro” que representan los carbohidratos. ¡Cuidado! Los carbohidratos no son “malos”, no sea que haya que corregir en el futuro los errores del presente. 
  • "Guerras más sutiles": azúcares simples vs fibras, grasas saturadas vs poliinsaturadas, y todavía más finas: ácidos grasos omega - 3 vs omega – 6.
Como Bioquímica, estoy lejos de menospreciar el papel de los nutrientes para nuestra salud, pero a mi juicio, comer exclusivamente según este criterio reduccionista que pondera el nutriente sobre el alimento es desconocer las complejas relaciones que se establecen entre los diferentes componentes en el alimento completo, así como entre éste y nuestro organismo. De esta manera podemos encontrarnos a cualquier persona revisando durante horas las etiquetas para reducir los carbohidratos o las grasas de la alimentación o hablando del colesterol como el “enemigo a batir”. Por cierto, ¿sabrán que todas las membranas plasmáticas de nuestras células tienen colesterol, y que además éste es precursor de compuestos de gran importancia biológica, como por ejemplo las hormonas sexuales? El Nutricionismo crea modas y fobias en la forma en la que nos alimentamos. 
En otro extremo se encuentra la llamada “alimentación natural” (objetivo del artículo) y tampoco ella ofrece más luz. Si nos detenemos un poco en las principales corrientes alimentarias naturistas, veremos una serie de contradicciones que podrían sumirnos en una gran confusión y llevarnos a la duda razonable de a quién creer y, por tanto, qué forma de alimentación adoptar.

Las más importantes contradicciones se dan:

Entre la macrobiótica, que enarbola el consumo de una alimentación a base de cereales y los que proclaman una alimentación natural que los excluya casi completamente.

Entre los frugívoros, que ponderan las frutas como base de su alimentación y la macrobiótica, que las excluye casi completamente.

Entre los vegetarianos y los veganos (vegetarianos estrictos, aunque ser vegano es mucho más que un modo de comer), los primeros suprimen la carne, el pescado y en ocasiones los huevos, en tanto que los segundos excluyen todos los productos animales: carne, pescado, huevos, lácteos y todo lo que los contenga...

Los crudívoros, que excluyen todo lo que se come cocido (pan, pastas, cereales, legumbres...), permitiendo sólo el consumo de alimentos crudos (frutas, vegetales, carne, pescado...) y los restantes, que admiten consumir los alimentos cocidos, incluso dentro de la macrobiótica se suele preconizar que los alimentos sean preparados con tiempos de cocción importantes.

Los seguidores de Paul Carton (cartonismo), que prefieren variedad de alimentos en la misma comida, y los de Herbert Shelton (sheltonismo), que preconizan el consumo de una dieta disociada. 

A pesar de estas diferencias, y que lo logren en mayor o menor medida, conceptualmente existen puntos en común entre todas las corrientes:
  • No desnaturalizar los alimentos: además de perder todo lo que eliminamos (vitaminas, minerales, oligoelementos, etc) el resto del alimento se hace más difícil de digerir y asimilar. Tampoco debemos añadir nada a los alimentos porque los aditivos químicos no pueden ser correctamente metabolizados por el organismo, además de que muchos de ellos son tóxicos. 
  • Comer con moderación: La reducción cuantitativa es vital para la prevención de enfermedades digestivas, articulares, cardiovasculares, etc, es decir, en la prevención de enfermedades crónicas, además para lograr una longevidad activa.
  • Lograr el equilibrio en la alimentación: Es indispensable, pues ningún alimento aporta absolutamente todo lo que es necesario para mantener la vitalidad, de ahí la importancia de una alimentación variada.
En resumen: alimentación natural, moderada y equilibrada.

Como hemos dicho en otras ocasiones, los extremos, ya sea por exceso o defecto, suelen ser dañinos. Esto es importante tenerlo en cuenta cuando se opta por un sistema de alimentación para, conociendo los riesgos, tomar las medidas oportunas que los  contrarresten.

El exceso de cereales, (macrobióticos fundamentalmente y  veganos y vegetarianos, en ocasiones), conduce a hiperviscosidad humoral, fatigas digestivas, dermatosis y catarros.

Por su parte, una insuficiencia de cereales, (frugívoros, crudívoros, etc), conduce al adelgazamiento excesivo y a la desvitalización por insuficiencia energética y por deficiente asimilación de las proteínas.

El exceso de frutas (crudívoros, frugívoros, y otros), produce fatigabilidad, desmineralización, desvitalización, frialdad y problemas con el peso, desde pérdida excesiva hasta sobrepeso, en dependencia de las combinaciones que se hagan. Hay dos momentos en los que el exceso de frutas se vuelve especialmente contraproducente: en la noche y en el invierno. Hay que tener en cuenta que la fruta refresca con lo cual no es interesante en esos momentos. Además, hay muchas frutas que son “frías”. Según la Medicina Tradicional China (MTCH), el bazo, órgano implicado en la fisiopatología de la obesidad y que desempeña la función de absorción, transporte y distribución de los líquidos, no tolera los alimentos “fríos”. Esto se debe a que deprimen la energía digestiva del bazo. Si se produce una perturbación en la función de transporte y transformación (digestión)  se generará una acumulación de “humedad, flema, edema y obesidad”. Un consejo válido puede ser tomar una infusión templada (tibia) detrás de la fruta.
¡Cuidado, estoy hablando del exceso y en detrimento de otros alimentos, no de lo que considero la sanísima costumbre de consumir frutas).

La insuficiencia de frutas, (alimentación macrobiótica), puede provocar un aumento de la viscosidad humoral, de la fragilidad vascular, arterial, venosa y capilar, pues las frutas son fluidificantes (por su composición en ácidos orgánicos: cítrico, málico, tartárico...) y vasoprotectoras (por la vitamina C y la actividad vitamínica P).

El exceso de huevos y lácteos (sobrealimentación), produce un aumento de lípidos totales, colesterol y triacilglicéridos en sangre. Además, contribuye al desarrollo de placas ateromatosas relacionadas con la aterosclerosis, deficiencia hepatorrenal y enfermedades articulares.

La insuficiencia de huevos y lácteos (en veganos, macrobiótica, frugívoros...) produce hipotonía general, fragilidad ósea, tendencias a la anemia si no se proveen suficientes proteínas de otra fuente, frialdad, fatigabilidad, etc.

El exceso de carne, sobre todo si son carnes ricas en grasas, conduce a la aparición de placas ateromatosas, hígado graso y agotamiento hepático. En el caso de las llamadas carnes magras se produce fatiga hepatorrenal y se acompaña en ocasiones de hipertensión. El exceso de carne también produce halitosis, mal olor corporal, artrosis y se relaciona con otras enfermedades de las llamadas “por ensuciamiento”.

La ausencia de carne (vegetarianos y veganos), si la alimentación contiene la suficiente cantidad y variedad de proteínas, no parece provocar alteraciones especiales. Sin embargo, se han informado de casos en los que a pesar de proveer cantidades suficientes de proteína, el crecimiento del niño se estanca y donde aportar un poco de carne permite recuperar el crecimiento normal. Esto debe ser tenido en cuenta. En caso de personas adultas o ancianas, que han consumido carne toda la vida, la supresión de ésta debe hacerse de forma prudente y gradualmente, para que el organismo no se debilite de forma importante.  

El exceso de variedad de alimentos en una misma comida (cartonismo), implica un equilibrio alimenticio, la asimilación se efectúa muy bien, pero los mecanismos digestivos son puestos a prueba y pueden sobrevenir fermentaciones y putrefacciones excesivas. No obstante, si la alimentación es muy variada y moderada, la asimilación será excelente y la digestión se verá poco perturbada. No olvidemos que cuanto más se asocia más se asimila, pero menos se digiere. Pudiera parecer una contradicción desde el punto de vista biológico, pero no lo es.

La insuficiencia de variedad en una misma comida (sheltonismo, alimentación disociada) vuelve la digestión excelente, pues disminuyen las fermentaciones y putrefacciones responsables de la intoxicación y congestión humoro-celular, pero la asimilación celular se vuelve defectuosa, produciéndose fatiga, tendencias anémicas, adelgazamiento excesivo, falta de vitalidad, impotencia completa o parcial, depresión física o psíquica. Cuanto más se disocie la dieta, mejor se digiere pero menos se asimila.

Llegados a este punto, se me hace imposible no volver al estoico Epícteto: “Nada en exceso”.

Y para dar seguimiento al título del artículo viene en nuestro auxilio una gran frase de Mahatma Gandhi. “¿Qué es la verdad? Pregunta difícil, pero la he resuelto en lo que a mi concierne diciendo que es lo que te dice tu voz interior”.


Y queda una pregunta por responder...

¿Existe la verdad en dietética? Sí, y no seré yo quien te la diga. Tienes que buscar la tuya. Aquí tienes algunos elementos de juicio. Te tocará encontrar tu verdad para alimentarte mejor. Pensando mucho en esto, y viendo que muchas veces desde las corrientes naturistas se nos recomienda que escuchemos a nuestro cuerpo y probemos qué nos funciona y qué no; me he preguntado hasta qué punto sería recomendable ensayar con nosotros mismos un tipo de alimentación. Aunque confieso que he estado reticente en ocasiones, he llegado a la conclusión de que es lo que he hecho hasta ahora. A la mayoría de los humanos nadie le enseñó a comer sobre “bases científicas”. La forma de alimentarnos la traemos como producto de la cultura y el ambiente familiar y social en que crecimos. Es lo que venimos haciendo desde siempre, comer según nuestros hábitos y criterios, más o menos acertados. De cualquier forma, cambios bruscos en la alimentación deberían consultarse con un especialista.

En ocasiones, un modo de alimentarse no responde a cuestiones de salud (aunque repercuta en ella), sino que para adquirirlo se aducen aspectos éticos, como ocurre en vegetarianos y veganos, algunas otras corrientes naturistas, culturas y filosofías. Las personas que por estas razones han adoptado una alimentación (por ejemplo, sin consumo de carne, e incluso sin ningún subproducto animal), tienen tal convicción que nada les haría cambiar su manera de comer. Los que así se alimentan y viven, ya encontraron su dieta ideal.

Para concluir, me atrevo a sugerirte que además de buenos alimentos para el cuerpo, no olvides alimentar otros planos más sutiles de ti mismo, más allá del puramente físico (pero ya hablaré de esto en otro artículo).

Fuente:
El libro de la Cocina Natural. 1988. Integral Edic. P. Maragall, 371. 08032 Barcelona. 

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Aviso Importante: Toda la información mostrada procede de diferentes fuentes científicas y de la experiencia acumulada en el ejercicio de nuestra profesión, y tiene la finalidad de orientar en lo que puede hacer el estilo de vida y el uso de ciertas terapias naturales por tu salud. En ningún caso pretende reemplazar el consejo o la prescripción de un profesional de la salud. Es tu responsabilidad asesorarte y respetar el criterio de tu médico de cabecera y/o especialista en lo que se refiere al seguimiento de un tratamiento en particular o la adopción de una terapia natural complementaria o alternativa.

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