La
artritis reumatoide (AR) es una enfermedad autoinmune, que como el resto de las
de este tipo se produce por el “ataque” del sistema inmunitario a elementos
propios del organismo. Provoca dolor, inflamación, rigidez y pérdida de la
función de las articulaciones, afectando a cualquiera de ellas, pero siendo más
común en las muñecas y los dedos. Puede afectar también otras partes del cuerpo
como los ojos, la boca y los pulmones.
Es
más frecuente en las mujeres y por lo general se inicia entre los 25 y los 55
años de edad. La enfermedad se puede padecer durante un corto período de
tiempo, cursar con recidivas (mediante crisis) o durar toda la vida y causar
complicaciones graves.
No
se conocen las causas exactas de la AR, pero se han implicado los genes, el
ambiente y las hormonas como posibles desencadenantes. Un estudio reciente de
la Unidad Epidemiológica de Investigación sobre la Artritis del Reino Unido ha
relacionado ciertos aspectos del estilo de vida con un mayor riesgo de padecer
la enfermedad. Ellos son: el fumar, la obesidad y la diabetes; así como en
mujeres con más de dos hijos, dar poco tiempo el pecho. Según los
investigadores son cuestiones fáciles de preguntar y que pueden usarse como
parte de un programa de prevención de esta enfermedad. Otros estudios, algunos
de ellos contradictorios, han implicado con un mayor, igual o menor riesgo de
padecer AR a: la contaminación ambiental, la exposición a los rayos
ultravioleta B del sol, así como el consumo de pequeñas cantidades de alcohol y
hasta la pertenencia a una clase social dada. Hasta que no esté claro cuál es
el “gatillo que dispara la enfermedad”, estas contradicciones entre los
resultados de diferentes estudios epidemiológicos, a poco que varíen las
condiciones experimentales, pueden seguir apareciendo.
Los
tratamientos incluyen medicamentos, cambios en el estilo de vida y cirugía.
Dentro del tratamiento farmacológico ocupan un lugar destacado los corticoides
(esteroides), medicamentos potentes que reducen la respuesta del sistema inmune
y son antiinflamatorios, pero que tienen múltiples efectos secundarios, por lo
que suelen prescribirse por períodos cortos e irse retirando escalonadamente;
siempre por indicación expresa del médico tanto el tratamiento como su
retirada.
Algunos
apuntes de Naturopatía:
El
trabajo más serio que conozco sobre esta visión de la AR y otras enfermedades
autoinmunes es el del doctor francés Jean Seignalet. Su legado, recogido en el
libro “La Alimentación, la tercera medicina”; es un buen compendio en el que se
presenta a los médicos y personas con alguna cultura científica, una nueva
teoría del mecanismo de ciertas enfermedades.
La
teoría del Dr. Seignalet, que se prodiga en contenidos sobre la AR, considera
que la alimentación como causa directa de ésta parece poco probable, sin
embargo de manera indirecta sí está implicada. Se basa (de forma muy resumida)
en que la alimentación moderna favorece, por una parte, la proliferación de una
flora bacteriana intestinal de putrefacción y, por otra, la agresión de la
pared del intestino delgado. Esto provoca una permeabilidad intestinal excesiva
que permite el paso de péptidos y residuos de bacterias a la sangre, por donde
viajan para almacenarse en ciertos sitios del organismo (en este caso, células
de las articulaciones) donde son atacados por el sistema inmune “sin distinguir
amigo de enemigo”. Esto es en apretada síntesis lo que se expone, pues se me
ocurren varios calificativos para el libro pero ninguno de ellos es el adjetivo
“sencillo”. A decir del propio autor “la verdad es relativamente compleja”.
Basándose
en su teoría y en un cúmulo de evidencias experimentales previas, Seignalet
propone la aplicación del llamado modo de alimentación ancestral, cuyas
premisas fundamentales son:
- Suprimir los cereales, salvo el arroz y el trigo sarraceno. Especialmente nocivos resultarían el trigo, la cebada y el maíz; los que han sido muy modificados y seleccionados genéticamente por la agricultura y los laboratorios.
- Eliminar los lácteos de la alimentación (leche animal y sus derivados).
- Comer la mayor cantidad posible de alimentos crudos en la ración diaria, y los cocidos, elaborados como máximo a 110 ºC.
- Consumir siempre que se pueda “alimentos biológicos”.
- Consumir sólo aceites de primera presión en frío. (Quiero acotar que aunque son más caros, vamos a gastar menos, pues según esta dieta una de las primeras cosas que se va a desterrar es el nocivo hábito de freír, que es lo que más aceite consume).
- Suplementar con sales de magnesio, oligoelementos y vitaminas (por cierto, Seignalet se inclina por las dosis fisiológicas de éstas, no por las megadosis), así como fermentos lácticos (no entra en contradicción con eliminar los lácteos de la dieta).
Su
régimen dietético fue puesto a prueba con un número importante de pacientes con
resultados positivos.
Desde
la Naturopatía también nos llegan "joyas" en el tratamiento de la inflamación
crónica y en muchos casos el dolor. Así puede ser interesante el consumo de:
- Ácido grasos esenciales: presentes en nueces, pescados azules, semillas de lino molidas (en un molinillo de café), aceites de borraja y onagra,...
- Suplemento de ácidos grasos omega 3, especialmente EPA (ácido eicosapentaenoico) puro.
- Vitamina C: Presente en kiwi, cítricos y otras frutas; aunque sería necesario recurrir a la suplementación ortomolecular, de preferencia en combinación con bioflavonoides.
- Magnesio: presente en múltiples fuentes alimenticias como chocolate negro, copos de avena, germen de trigo, cereales enteros, mariscos, nueces e higos, vegetales; aunque como tratamiento es posible que haya que suplementar durante algún tiempo (como indicaba Seignalet).
- También hay plantas antiinflamatorias como: Harpagofito o garra del diablo, Grosellero negro, Incienso (proveniente de la Medicina Ayurvédica), Árnica (antirreumático por vía tópica), entre otras.
En
este tipo de patología crónica, en el que aún no se conoce exactamente la causa
y los tratamientos no son del todo efectivos, vale la pena intentar, siempre
bajo supervisión de profesionales, otras terapias, entre ellas: la
dietoterapia, la suplementación ortomolecular, la fitoterapia y todo el
repertorio disponible que llega desde la Naturopatía. También es importante
llevar un estilo de vida lo más “sano” posible y en consonancia con la
naturaleza y con nuestro “yo” interior.
FUENTES:
Annals of the Rheumatic
Diseases. March 17, 2013.
“La
Alimentación, la tercera medicina”. Dr. Jean Seignalet. Ed. Integral.
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Aviso Importante: Toda la información mostrada procede de diferentes fuentes científicas y de la experiencia acumulada en el ejercicio de nuestra profesión, y tiene la finalidad de orientar en lo que puede hacer el estilo de vida y el uso de ciertas terapias naturales por tu salud. En ningún caso pretende reemplazar el consejo o la prescripción de un profesional de la salud. Es tu responsabilidad asesorarte y respetar el criterio de tu médico de cabecera y/o especialista en lo que se refiere al seguimiento de un tratamiento en particular o la adopción de una terapia natural complementaria o alternativa.
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