La ortorexia es la obsesión
malsana por comer de manera saludable. El término fue acuñado por el Dr. Steven
Bratman en 1996 y proviene del griego “orthos” (recto o correcto) y “exia”
(apetencia), es decir, significa apetencia correcta. En efecto, se trata de
un trastorno obsesivo que lleva al
extremo la alimentación sana y que consiste en un control
exhaustivo y cada vez más estricto de los componentes de los alimentos.
Este desorden aún no se incluye
dentro del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM)
de la Asociación Americana de Psiquiatría, pero cada vez preocupa más a la comunidad científica.
Según la OMS, podría afectar ya al 28 % de la población de los países
occidentales, fundamentalmente a adolescentes y mujeres. Además, según el Dr.
Bravo, especialista del Instituto Médico Europeo de la Obesidad, su prevalencia
"podría ir en aumento" en los próximos años, ya que la sociedad
actual "tiende a los extremos" y las personas o se cuidan en exceso o
no se cuidan nada "y tienden a la autodestrucción con la comida como
ocurre con la obesidad".
Existe controversia en la
comunidad científica al respecto de si considerar a la ortorexia un desorden. Los que se oponen, aducen que
preocuparse por comer sano es positivo, pero quienes sufren ortorexia son
personas que están más preocupadas por la calidad de los alimentos que por el
propio placer de comer. Por ello, dedican gran parte de su tiempo (3 o más
horas al día) a organizar la dieta y la planifican con mucha antelación, se
desplazan grandes distancias para conseguir alimentos especiales o puramente
ecológicos; los pesan, analizan sus componentes y abandonan sus actividades
diarias para poder llevar a cabo su patológico
modo de vida. En el ámbito neurobioquímico y psicológico, Bravo explica
que suelen presentar "niveles altos de dopamina y niveles bajos de
serotonina, lo que hace que tengan un exceso de euforia combinado con
niveles de ansiedad altos".
La ortorexia puede comenzar por limitar mucho la
alimentación y agravarse hasta conducir al "aislamiento
social", ya que el individuo se agobia si por ejemplo tiene que
asistir a una comida entre amigos o cualquier tipo de evento social.
Por supuesto que defendemos el criterio de que la dieta
debe ser planificada y debemos implementar en nuestras
vidas unos hábitos saludables de alimentación, a todos los niveles, pero sin
llegar a obsesionarnos con este tema.
Algunas pautas generales para comer de manera saludable y
no hacer de la alimentación un problema son:
1. No
comer en exceso, es preferible levantarse de la mesa siempre con un poco de
hambre.
2. Comer
vegetales, de todos los colores, mejor crudos y aliñados con aceite de oliva,
siempre que se pueda. (Dicho esto, y porque sé que nos leen de sitios y
condiciones económicas diferentes, queremos dejar claro que somos conscientes
de la dificultad que acarrea para muchos, y cada vez más, acceder no solo al
aceite de oliva, sino también a los alimentos en general. Esto puede ser objeto
de futuras entradas).
3. Comer
más a la manera de nuestras abuelas, abandonando la dieta de los alimentos
procesados. Esto es: comer más comida y menos “producto comestible”, lo cual no
implica que no los podamos comer algún día si se nos antoja “un caprichito” o
si nos vemos inmersos en una “comida social”.
4. Evitar
los productos que contengan ingredientes desconocidos, impronunciables, más de
cinco o jarabe de maíz rico en fructosa.
5. Comer
más alimentos frescos: verduras y frutas de temporada y propias de nuestra
región.
6. Para
el día a día, es preferible consumir alimentos de un productor que conozcamos
(del campo a la mesa) y que sepamos que trabaja en unas condiciones respetuosas
con el medio ambiente y la salud. Una buena idea puede ser asociarnos a un
productor o cooperativa que sirva a domicilio alimentos de temporada. Esto cada
quien podrá adaptarlo de acuerdo a su realidad.
7. Comer
más a la manera de las dietas tradicionales; ejemplo: comida mediterránea,
china, etc. Contemplar los alimentos no tradicionales con escepticismo, no
obstante, tener en cuenta que el éxito de las dietas tradicionales se consigue
en el ámbito de unos hábitos alimentarios y un estilo de vida determinado, y no
per se.
Si basamos nuestra comida
habitual en los alimentos frescos, de temporada y de origen lo más cercano a
donde residimos, apenas tendremos que mirar las etiquetas.
Por último, queremos hacer
énfasis, en que vivir de manera sana también implica estar libre de obsesiones,
entre ellas, la obsesión por la alimentación sana. A decir del destacado
psicólogo P. Rozin, estudioso de los comportamientos alimentarios de diferentes
grupos humanos, “preocuparse tanto por la alimentación no puede ser bueno para
la salud”.
Parafraseando al filósofo estoico
Epicteto, “nada en exceso”.
Fuente: www.muyinteresante.es
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