sábado, 5 de enero de 2013

La ansiedad, una lacra de nuestro tiempo.



“El hombre sabio se encarga de mantener el orden, en vez de corregir el desorden. Intentar curar una enfermedad cuando aparece, es como ponerse a cavar un pozo cuando ya se está sediento, o como ponerse a forjar las espadas cuando la guerra ya ha empezado”.
Huang-Di

La llamada “sociedad del confort” que ahora está en crisis, nos ha acostumbrado a convivir con una serie de patologías que, de tanto estar omnipresentes, han llegado a parecernos naturales; algo así  como si formasen parte del aire que respiramos o de la sombra que nos acompaña en nuestro transitar por la vida. En este caso, me refiero a la ansiedad, el estrés y la depresión. Hoy quiero centrarme en la primera de ellas: la ansiedad.

Ansiedad, de la raíz indogermánica “angh”, significa estrechez, constricción, malestar, apuro. Es una reacción emocional normal, una respuesta de activación y alerta del organismo que se experimenta en situaciones que se perciben como amenazadoras y potencialmente peligrosas. El problema es que cuando alcanza niveles excepcionalmente altos, deja de ser normal y `pasa a ser patológica.

Vamos a ver cómo se plantearía este problema desde la medicina occidental,  la oriental y  la filosofía.
Medicina occidental
Los ataques de ansiedad (en psiquiatría los llaman “ataques de pánico”) producen, en aquellos que los padecen, la impresión de que van a tener un infarto, a causa de sus impresionantes manifestaciones físicas. El cerebro límbico toma repentinamente el control de todas las funciones del cuerpo: el corazón late a toda velocidad, el estómago se anuda, manos y piernas tiemblan, el sudor perla todo el cuerpo. Al mismo tiempo, las funciones cognitivas son aniquiladas por la subida de adrenalina. El cerebro cognitivo no percibirá un estado de alarma tal, pues permanecerá “desconectado” por ésta, siendo incapaz de organizar una respuesta coherente frente a la situación. Desde esta óptica, se constata que el modelo actual de vida del ser humano está descompensando el equilibrio entre el sistema simpático (el acelerador) y el parasimpático (el freno); siendo este último cada vez más incapaz de restaurar la armonía necesaria para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo. La solución pasaría por potenciar el sistema parasimpático mediante la correspondiente medicación, o mejor aun a través de la alimentación, el ejercicio y la modificación de nuestros hábitos y costumbres por otros “más naturales”. 

Medicina Tradicional China
La M.T.Ch. considera que la salud, entendida como equilibrio entre el yin y el yang, se va a ver seriamente afectada por el mundo emocional. En la Teoría de los Cinco Elementos se explica como cada uno de ellos tiene su propia perturbación. Para la Madera, la ira y la depresión; para el Fuego, la alegría excesiva; la preocupación (véase nuestro artículo de “El Poder del Pensamiento”) para la Tierra, la tristeza para el Metal y el Miedo para el agua. Cada afección perturba a su manera la circulación energética de nuestro cuerpo. En lo que respecta al miedo, por ejemplo, la energía se hundiría escapándose “por abajo”; no en vano se dice que “el miedo paraliza”. La solución consistiría en actuar, mediante acupuntura por ejemplo, sobre aquellos puntos (en el meridiano de corazón hay varios) que eliminarían los estancamientos energéticos indeseados. La práctica de técnicas milenarias como el Chi-kung y el Tai-Chi también ayudaría a resolver el problema.

Visión Filosófica
Sería la auténtica solución del problema. Consistiría en ir a la causa del mismo, para desde allí resolverlo. Para entender la ansiedad, debemos tener en cuenta que ésta va siempre de la mano de la expectativa. Tiene que ver con alguna amenaza, real o imaginaria, que existe en nuestro futuro. Y ese “vivir en el futuro” es la gran causa del problema. Voy a poner un ejemplo clásico: un zapatero se pone a hacer, como es lógico, zapatos; pero si al mismo tiempo que los hace, está pensando que dentro de dos días va a ir al mercado y que si los vende podrá comer y comprarse algunas cosas, pero que si no vende nada va a tener un problema muy serio, entonces nuestro zapatero va a desarrollar en su interior una gran ansiedad. Ahora ya no es un zapatero, ahora es un comerciante. Y en esta dicotomía interior lo más probable es que los zapatos se hagan peor. La solución entonces, pasa por centrarse en el presente, en lo que estamos haciendo y hacerlo de la manera más perfecta posible. De esta manera los zapatos se harán mejor, y siendo mejores, la probabilidad de venderlos será más alta. ¡Y además nos habremos ahorrado un serio problema de salud!

Hagamos pues un esfuerzo de voluntad para vigilarnos y evitar que esta lacra de nuestra época invada nuestro interior. La ansiedad es una de las grandes causas generadoras de fracasos. Como dijo el gran Horacio: Carpe Diem; aprovecha el día, vívelo como si fuese el último.



Manuel Ures. Ldo. en Filosofía.

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